miércoles, 1 de marzo de 2017

Irene Montero y la oposición textil

La Gaceta, domingo 26 de domingo de 2017:
http://gaceta.es/ivan-velez/irene-montero-oposicion-textil-26022017-1134

Irene Montero y la oposición textil
Husos, hilaturas y telares, jornadas de trabajo interminables y explotación humana son el trasfondo sobre el que se escribió El Capital, obra cumbre del Carlos Marx que localizó en la lucha de clases el motor de una Historia que consideró Prehistoria. La morosa alusión al principal autor sobre el que se edificó el primer régimen comunista, seguida de la apelación al mundo textil, está justificada cuando se trata la figura de Irene Montero. No en vano, y sin que los podemitas hayan propuesto más que tímidas iniciativas de carácter estatalizador que ni por asomo se acercan a las que Franco fue capaz de articular al desarrollar un régimen mucho más socialista que el de sus sucesores, la formación morada es a menudo tildada como comunista, siendo tributaria, a través de dicho calificativo, de una profunda carga despectiva que no requiere de matices. Si este es el reduccionismo ideológico que se les aplica, el otro factor, el textil, lo sirven un día sí otro también en todo escenario al que tienen acceso, a excepción de la gala de los Goya, que para eso comulgan con aquella vieja y maniquea dicotomía establecida entre las fuerzas del trabajo y las de la cultura.
Pese a que el mayor peso de su labor propagandística lo desarrollan mediante un constante bombardeo de mensajes en las redes sociales, acompañado de su ubicuidad mediática, los podemitas se distinguen por su uso, que algunos califican de abuso, de la camiseta o remera. Es este textil soporte, tan alejado de la formalidad pequeñoburguesa y derechista del traje y la corbata, el que les permite convertirse en verdaderos hombres (y mujeres) anuncio. Si en la Puerta del Sol, revuelta plaza en cuyas aguas supieron pescar Iglesias y los suyos, es fácil encontrar a hombres que exhiben el añejo «compro oro», en la Carrera de los Jerónimos, sus amoratadas señorías prolongan la tradición bilduitarra de convertir su pecho en crisol de casi todas las reivindicaciones.
Recientemente, la encargada de mantener la tradición de la oposición textil ha sido Irene Montero, que apareció en el escaño del que fue desocupado Íñigo Errejón, enfundada en una camiseta que pedía la libertad para activista Milagro Sala, coincidiendo con la visita que ha realizado a España el presidente argentino, Mauricio Macri. Si hace unos años el hombre de paz de Maduro, José Luis Rodríguez Zapatero, tuvo a bien mantenerse sentado al paso de la bandera de los Estados Unidos para expresar su rechazo a la política internacional de Bush, doña Irene Montero, Irene para los compañeros y compañeras, incluidos algunos periodistas, mostró de ese modo su oposición a quien ha desplazado a esa Cristina Fernández de Kirchner por la que hace unos años bebía los vientos Pablo Manuel Iglesias Turrión.
La protagonista de la camiseta es, naturalmente, una lideresa indigenista en absoluto irenista, pues según se ha sabido, los métodos empleados por el colectivo que representa Milagro Sala, Tupac Amaru, no se han limitado al diálogo, sino que han incorporado una en ocasiones cruda violencia. En definitiva, la hoy encarcelada representa a una organización que ha recibido el apoyo financiero del kirchnerismo y que tiene un fin último: la constitución de un Estado en la provincia de Jujuy, limítrofe con la plurinacional Bolivia. Conocido el objetivo de Tupac Amaru, no es de extrañar que Podemos, partido comprometido con toda iniciativa que tenga un mínimo halo hispanófobo, se haya puesto del lado de una organización que sólo puede conseguir sus objetivos al alto precio de destruir la República Argentina, abriendo de este modo, una nueva fisura a una nación soberana que ya tiene que lidiar con el movimiento mapuche financiado desde el corazón de Europa. Movimientos ambos, que desdibujarían las actuales fronteras argentinas, el segundo de los cuales exigiría también la destrucción de las chilenas, para configurar un mosaico de carácter étnico cuyo banco de pruebas ya se halla en la Bolivia asesorada por gentes de la Fundación CEPS, encargada de exportar la distáxica receta autonómica española. He ahí el alcance del comunismo podemita, consistente en hacer añicos las estructuras estatales que una vez dislocadas serán fácil presa de la depredación de estados –capitalistas- más fuertes, encantados de que tan voluntariosos muchachos les hayan hecho el trabajo sucio a las multinacionales que podrán negociar con el debilitado y corrompible gobernante local. Abundando en las contradicciones, la asociación que ahora recoge el calor del pecho de doña Irene, lleva el nombre no de un proletario o de una idea sublime y probablemente irrealizable, sino el de un inca de distinguido y teocrático linaje, práctica esta, la de acudir a los caudillos indígenas, que ya tiene una larga tradición en Hispanoamérica de la mano de las logias masónicas.
Nada, sin embargo, se interpone ante aquellos capaces de concebir imposibles como la nación de naciones, nada ante los que, como Irene, comparten el algodonado territorio de los sueños con el providencial y democrático hombre elegido por la gente.




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