jueves, 22 de diciembre de 2016

Forcadell. Farsa de un martirologio

La Gaceta. Domingo 18 de diciembre de 2016:
http://gaceta.es/ivan-velez/forcadell-farsa-martirologio-19122016-0724
Forcadell. Farsa de un martirologio

Horas después de que Carme Forcadell declarara ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, apareció en TV3, principal altavoz del independentismo catalán, un dibujo en el cual se veía a la presidenta del parlamento regional catalán envuelta en una bandera estelada, con una corona de espinas ciñendo sus sienes, de las que brotaban, cuatribarrados, hilos de su sangre catalana. La imagen ha llamado la atención por sugerir una suerte de martirologio, el pretendidamente sufrido por la tarraconense, quien se expone a una simple inhabilitación por haber permitido actos prohibidos en la institución que con indisimulada deslealtad a la Nación española, preside.
La mañana del viernes 16 de diciembre había comenzado con la medida puesta en escena callejera habitual cuyos objetivos son al menos dos: el puramente propagandístico, que busca dar la mayor visibilidad posible al movimiento secesionista, empleando para ello recursos y métodos cinematográficos; y, otro de carácter más cortoplacista y práctico, la coacción a los jueces. Así las cosas, la lenta procesión hacia el tribunal que los más arriscados catalanistas perciben como un aggiornado Gólgota, tuvo los componentes y protagonistas habituales de estas escenificaciones que los medios recogen al detalle acogidos al sacrosanto deber de informar. Rodeados por una turba de afines pertrechados de banderas astrales, la azul virginal de la Unión Europea y la que aúna a los sediciosos, pudo verse a los más conspicuos representantes de las diferentes sectas catalanistas, incluido Franco. Franco Rabell, se entiende. No faltaron, alzadas, las varas de mando de algunos ediles catalanes. Al cabo, el factor rural y costumbrista tiene un decisivo peso en un movimiento firmemente vinculado al terruño, a la tierra, cultivada o culta, metáfora en la que se inspira el Mito de la Cultura bajo cuyo patrón se pretenden delimitar las nuevas naciones de la Europa de los pueblos heredera del racismo eclipsado tras la caída de la Alemania nazi.
Minutos después de su entrada en el Tribunal, apenas media hora en la que la Forcadell sólo respondió a las preguntas de su abogado, esta abandonaba el edificio para seguir con fidelidad el guión cuidadosamente redactado. Era el momento de buscar de nuevo la colaboración de los habituales y subvencionados voceros. Así, de entre las soflamas pronunciadas, podemos destacar esta: «No se puede perseguir por la vía penal el debate de las ideas», afirmación que vino acompañada de la habitual acusación: la española no es una verdadera democracia. Se alcanzaba de este modo el clímax de la ceremonia que dejaba en el aire las grandilocuentes palabras salidas del enjuto cuerpo de quien presidiera un colectivo que se arroga la representación de la sociedad civil catalana, la Asamblea Nacional Catalana, autodefinida como «popular, unitaria, plural y democrática que tiene por objetivo recuperar (sic) la independencia política de Cataluña».
Las palabras de nuestra compatriota Forcadell, burdo y lacrimógeno subproducto del catalanismo, muestran una vez más hasta qué niveles de refinamiento han llegado los ideólogos que nutren su tramposo discurso, los fabricantes profesionales de la basura ideológica que con tanto deleite manejan los elegidos para guiar a la fanatizada grey que consume el pasto hispanófobo convenientemente administrado desde multitud de instituciones y expendedurías varias. Sencillamente, porque, en el caso que nos ocupa, tratar de tergiversar de un modo tan victimista la acusación por la que ha debido comparecer ante los jueces tratando de hacerla pasar como una censura del debate de las ideas, es simplemente una exhibición de desfachatez que nos recuerda a las palabras del diputado español Francesc Homs, mentando los tanques y los matones al tiempo que anunciaba, en flagrante petición de principio, la celebración de un referéndum que presupone lo que se trata de alcanzar: la soberanía de Cataluña.
Este y no otro, debiera ser el debate al que tendrían que dedicarse, si sus entendederas todavía lo permiten, tanto Forcadell como Homs, embrutecidos después de tantos años expuestos al discurso sedicioso fabricado en Cataluña. Manufactura que comenzó a producirse desde inicios de los años 60, cuando recobró impulso, primero en los debates que tanto encarecen, y después en las instituciones y escuelas, auténtico laboratorio ideológico que moldea la formación de las nuevas oleadas catalanistas, como bien se ha podido comprobar recientemente tras la difusión del vídeo escolar de Cambrils.
El espectáculo, naturalmente, continuará, pues no en vano su desarrollo viene garantizado por el Gobierno, por los sucesivos Gobiernos ocupantes de La Moncloa, configurados por colectivos profesionalizados de políticos que deben su presente y futuro a los escaños desde los que mercadean con la Nación. La obra continuará, pues ni siquiera en tiempos en los que vuelve a hablarse de reforma constitucional nadie parece dispuesto a bajar el telón que cancelaría definitivamente esta representación: el de la ilegalización de los partidos que programáticamente propugnan la destrucción de España.

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