viernes, 22 de julio de 2016

Extrema derecha, sedevacantismo y yihad

Artículo publicado el 18 de julio de 2016 en el blog "España Defendida" de La Gaceta:

Extrema derecha, sedevacantismo y yihad

Coincidiendo con la fiesta nacional de Francia, el francés islamizado que respondía, antes de ser abatido a tiros por la policía, al nombre de Mohamed Bouhlel, dejó un rastro de cadáveres sobre el Paseo de los Ingleses de Niza. Los datos que se van conociendo abundan en los detalles del plan trazado por Bouhlel para llevar a cabo la matanza de politeístas, que así considera el Islam a quienes, apegados al trinitarismo, no circunscriben su biblioteca al Corán o se resisten a poner en las metafóricas manos del Entendimiento Agente Universal sus prescindibles cuerpos. Paralelamente, los medios de comunicación, incluyendo a las televisoras nacionales españolas, han tratado una vez más de buscar fisuras en la fe mahometana de Bouhlel, aportando irregularidades morales en su vida cotidiana. Al parecer, el francés avecindado en el departamento de los Alpes Marítimos no observaba el precepto del ayuno durante el ramadán, dato irrelevante si tenemos en cuenta que el Islam permite a sus agentes el recurso del disimulo o taqiyya entre los infieles.
En tal contexto, alertan los medios más beatíficamente afines a los dictados de lo políticamente correcto, de las posibilidades de que la «extrema derecha» de Le Pen acceda al poder galo, siendo probable que con su llegada al Elíseo, los adoquines que tapaban las playas francesas hasta el mitificado mayo del 68, vuelvan a colocarse, para disgusto de los cultivadores del multiculturalismo. Así, agitando el espantajo de la «extrema derecha», es como tapan sus vergüenzas tan burdos analistas, incapaces de encajar la realidad de un islam que lleva en su seno, por más que algún santón enchilabado lo niegue, las ideas que llevan a un hombre sometido a ceñirse el cinturón bomba o a empuñar el arma a la que diera nombre un patriota ruso encuadrado en el heroico Ejército Rojo: Mijaíl Timofeyevich Kaláshnikov.
Sin embargo, la tan cacareada «extrema derecha» que aparece en las telepantallas acusa una gran imprecisión, pues sus límites y características aparecen casi siempre borrosos, por más que palabras como «xenofobia», «intolerancia» o «ultranacionalismo» acompañen al mentado rótulo. Pese a tal confusión, máxime en un día como hoy, 18 de julio, la pregunta sobre lo que es la «extrema derecha» en España, variante patria de una «extrema derecha» europea, encontrará muchas respuestas deícticas, aquellas que señalarían al franquismo cuya más reproducida iconografía nos remite a saludos con Hitler y palios protectores. Un franquismo, en el que habrían cohabitado nazis y católicos de los cuales sobreviven todavía algunas reliquias en forma de plataformas o partidos cultivadoras de tan lejanas esencias. Un régimen político comúnmente denominado «nacionalcatolicismo» que necesariamente habría de cambiar cuando la Iglesia Católica Apostólica Romana dio ese gran giro conocido como Concilio Vaticano II tras el que se dio vía libre a la libertad religiosa y se aprobaron reformas que marcarían enormes distancias con lo hombres de la Iglesia que se agarraron a la guerrera de Franco al verse amenazados por diferentes modulaciones de la izquierda política.
En la estela de tal Concilio es donde hemos de situar una particular iniciativa ideológica que culminó con el secuestro, por parte de las izquierdas, del también impreciso «socialismo» cuyas bases fraguaron durante el franquismo, marcado por un anticomunista periodo de acumulación capitalista que articuló un mercado capaz de establecer las condiciones objetivas para que cristalizara un democracia partitocrática que pronto dominarían los socialdemócratas europeístas abjuradores del marxismo que ocuparon el poder tras los famosos «cuarenta años de vacaciones» con que los viejos comunistas replicaron a quienes presumían de histórica honradez. Un socialismo que, en su dimensión obrerista, estuvo acompañado por organizaciones como la Hermandad Obrera de Acción Católica, con sus conocidas centrales regionales en Cataluña y las Vascongadas: FOC y ESBA que daban por hecha la fragmentación de la clase obrera nacional española que defendía el más sindicalista falangismo que perdió peso durante los años 50.
Regresemos ahora a la imagen fija, tan cara para los caricaturistas, de militares acompañados por hombres ensotanados. La estampa perdura, mas introduce gran confusión, pues a mediados de los 60 los clérigos habían mutado, quedando como marginal alternativa las organizaciones sedevacantistas que aún perduran casi como elemento anecdótico y curioso que, ahora sí, puede ser identificadas con una derecha plenamente reconocible por su intento de mantener la pureza ritual religiosa. Críticos de los resultados del Concilio que orilló los órganos para introducir las guitarras en las iglesias, para introducir lenguas vernáculas en lugar del latín, los sedevacantistas contemplan con añoranza el Syllabus de Pío IX en el que ya se advertía de las «nefandas maquinaciones de los hombres inicuos, que arrojando la espuma de sus confusiones, semejantes a las olas del mar tempestuoso, y prometiendo libertad, siendo ellos, como son, esclavos de la corrupción, han intentado con sus opiniones falaces y perniciosísimos escritos transformar los fundamentos de la Religión católica y de la sociedad civil, acabar con toda virtud y justicia, depravar los corazones y los entendimientos, apartar de la recta disciplina moral a las personas incautas, y muy especialmente a la inexperta juventud, y corromperla miserablemente, y hacer porque caiga en los lazos del error, y arrancarla por último del gremio de la Iglesia católica». Rigoristas de la liturgia romana, los últimos resistentes del viejo orden consideran que la sede romana permanece vacante al entender que los últimos Papas -Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco- son herejes por impulsar o mantener los postulados del Concilio tras cuya implantación cambió el rostro de un franquismo que sigue viéndose bajo el prisma maniqueo derecha/izquierda.
Laicos y afrancesados fueron los días del zapaterato; europeístas y democráticos continúan siendo los de Rajoy, quien ha de cargar, por aquello de la lucha electoral, con la adjudicación de cierta carga franquista, con un rancio derechismo, en suma. Lejos del combate partidista, la Europa que embelesa por igual a nuestros políticos, construida durante el último medio siglo a golpe de altas dosis democracia de mercado, recibe, impotente y acomplejada, los golpes yihadistas que buscan la implantación de regímenes teocráticos en unos territorios en los que la religión se contempla como una cuestión personal conservable a lo sumo por su carácter cultural. El viejo el lema de Condorcet: «No cesaremos hasta que la cabeza del último rey cuelgue de las tripas del último sacerdote», parece una extravagancia cuando se contempla cómo la censura actúa para presentar como delincuentes o locos a los soldados de Alá. 

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