miércoles, 29 de febrero de 2012

La leyenda negra del doctor Villanueva


El Catoblepas • número 120 • febrero 2012 • página 14
La leyenda negra del doctor Villanueva

Iván Vélez

Más basura negrolegendaria

En noviembre de 2011 vio la luz el libro Leyenda negra. Una polémica nacionalista en la España del siglo XX (Catarata, Madrid 2011), obra del doctor en Historia por la Universidad Autónoma de Barcelona, Jesús Villanueva López (Tarrasa 1969).


La publicación de esta obra coincide con un cierto auge en torno a los libros que tratan, con desigual perspectiva e incluso referidas a lapsos de tiempo histórico no coincidentes, en torno a la Leyenda Negra antiespañola de la que ya hemos tratado anteriormente en esta revista.
Abre su libro Villanueva con una Introducción en la que ofrece un orden, un criterio para afrontar la tarea de «escribir una historia de la leyenda negra», propósito para el cual propone diversas opciones: por un lado existe la posibilidad de ver lo que hay realidad en la visión negativa de España, comparando la corrección o desviaciones entre los hechos ocurridos y cómo se han contado; por otro, ateniéndose a la Leyenda Negra como discurso elaborado en el extranjero, se trataría de dilucidar si éste es realmente legendario, antiespañol y constante en el tiempo; un tercer enfoque es el que responde a analizar de qué modo ha afectado tal Leyenda a los españoles y, por último, la tesis del libro, consistente en caracterizar la Leyenda Negra como:

«…una ideología o discurso que surge y se desarrolla en un contexto político e intelectual español y que debe analizarse estrictamente en ese marco» (pág. 13.)

Es así como el título cobra un verdadero sentido, al quedar acotado su ámbito a una suerte de debate o cuestión nacional desarrollada en la centuria pasada{1}.

«…lo que se constata es que la leyenda negra es un asunto del siglo XX, no anterior. La evidencia más clara es el propio término, que aparece en castellano por primera vez en 1899, en una conferencia de la novelista Emilia Pardo Bazán…»

A partir de este planteamiento, la existencia de la Leyenda Negra es negada por nuestro autor, quien parece seguir la línea de Ricardo García Cárcel{2}, poniendo en práctica para ello el recurso de la anegación de la especie negrolegendaria en el género de la propaganda política negativa que acompaña a toda nación poderosa históricamente. El debate al que es reducida la cuestión, se insertará, sin embargo, en unos ambientesfuertemente ideologizados. Todo ello llevará a Villanueva a despachar los asuntos negrolegendarios previos al siglo XX en apenas 20 páginas por las que desfilan los habituales personajes y episodios habituales en obras de esta temática.

Así pues, el libro, en relación al desarrollo de su tesis, arrancará en la fecha de 1898, con el telón de fondo de la pérdida de los últimos restos del Imperio español. La Nación española hacía casi un siglo había cristalizado en su moderna dimensión política, circunstancia que permite a Villanueva introducir el término «nacionalismo», vocablo que hará acompañar de palabras como: «adoctrinamiento», «intolerante», «conservador», «español» o «españolista». Sin embargo, el historiador apenas esboza una definición que aclare qué entiende por nacionalismo más allá de su negativa visión de tal ideología. Tan sólo al final del libro encontraremos algunos de los atributos de tal nacionalismo, concretamente en el epígrafe «Nuevo españolismo» (págs. 168 y ss.), en el cual Villanueva lo caracteriza como una «tendencia a la reafirmación abierta de lo español», presente en la obra de «antiguos franquistas» e «izquierdistas 'conversos'», una ideología, en definitiva, propia del «catolicismo militante y el neofranquismo provocador (caso de Gustavo Bueno)» y del «liberalismo que postula la necesidad de un 'patriotismo cívico'».

Frente a este sombrío nacionalismo proclive al reconocimiento de la existencia de la Leyenda Negra e incluso de su explotación partidaria, Villanueva parece oponer lo que denomina «sentido común», empleado en dos ocasiones del siguiente modo:

«El bombardeo propagandístico en torno al tema de la leyenda negra no dejó de provocar respuestas críticas, prolongación de las que ya vimos en la década de 1910. Algunas de ellas siguen siendo protestas del sentido común contra las exageraciones y la banalidad del discurso antilegendista.», «Con el paso de los años la crítica de sentido común a la leyenda negra llega a la prensa.» (págs. 107 y 147.)

Leyenda negra. Una polémica nacionalista en la España del siglo XX, hace un recorrido por todos aquellos que trataron participaron del debate, entre los que destaca Julián Juderías, personaje que en absoluto es de la simpatía de Villanueva, quien,tras alejarse de este autor «propagandista» y «germanófilo» que contó con el apoyo del «españolista exaltado» (pág. 79) Juan Cebrián Cervera, parece inclinarse favorablemente ante los que en mayor o menor medida se alinean en las filas del negacionismo o de la relativización de este problema, como es el caso de Azaña. Si la Leyenda Negra es negada, Villanueva reconoce la existencia de una secular España negra, reaccionaria, opuesta al progreso.

Superadas las dos primeras décadas de la pasada centuria, en las cuales el debate gravitaba alrededor de la pérdida de las últimas provincias de ultramar, la dictadura de Miguel Primo de Rivera servirá a Villanueva para establecer una conexión, que se repetirá en el caso del franquismo, entre Leyenda Negra y nacionalismo español. En ambos casos, el tratamiento de la Historia de España se hizo, siempre a los ojos de nuestro autor,refractario a la idea de Imperio español, con unos finespropagandistas que encubrían la vergonzante realidad política dictatorial.

Hasta tal punto el ambiente franquista estará viciado, que la llegada a España del historiador sueco Sverker Arnoldsson para recabar datos con los que confeccionar su obra La Leyenda Negra. Estudios sobre sus orígenes (Gotemburgo 1960), se verá contaminada por el trato que hubo de tener con quienes dirigían el Instituto de Cultura Hispánica: Blas Piñar y Ramón Bela y Armada… Para más inri, la obra de Arnoldsson habría de cargar con un peso adicional: su sintonía con las tesis de Juderías. Villanueva, sin embargo, no parece reparar en el hecho de que la mayoría de las fuentes manejadas por Arnoldsson en su obra póstuma son de origen italiano, en consonancia con su idea de que la Leyenda tuvo allí su origen. Algo similar le ocurrirá a Phillip Powell, autor de Árbol de odio, quien, además de mostrar abiertamente su anti izquierdismo y catolicismo, cierra su obra describiendo una conversación mantenida en El Pardo en 1962 con el General Franco en la que, tras mostrarle su preocupación por el daño que la Leyenda Negra había causado a España, recoge las palabras del militar gallego, quien le confiesa que los españoles «pueden aguantar casi todo, y la mejor prueba de esto (sic) es que me han aguantado a mí durante veinticinco años»{3}. El contagio de la ideología franquista, sin embargo, alcanzó incluso, más de una década después de la muerte del dictador, al propio Julián Marías, quien publicó su obra España inteligible en 1986.

Como se comprenderá, los restos de 40 años de dictadura no se podían diluir tan fácilmente. De este modo, tan oscuro período de la Historia de España propiciará la persistencia de una ideología que atrapará a una serie de individuos que aceptarán la existencia de la Leyenda Negra y que, de un modo u otro, carentes del sentido común antes aludido, la combatirán. Por las páginas del libro, incluidos en diversos grupúsculos cuyo denominador común son las posturas españolistas, desfilarán personajes como Gustavo Bueno, autor de una obra, España frente a Europa, que es «una actualización, en vocabulario pseudofilosófico, de la visión de la historia de España del régimen franquista, y más aún, del primer franquismo» (pág. 170){4}, el «aún más belicoso» César Alonso de los Ríos, José Javier Esparza o Jesús Laínz. Un dato resulta par Villanueva de lo más revelador: las obras de todos elloshabrían aparecido a rebufo de la victoria electoral de José María Aznar en 1996, quien puso su libresco granito de arena con la publicación de Cartas a un joven español (2007).

La consecuencia del «nuevo clima», sería la reactivación de un «discurso nacionalista español» que incluso abría la puerta a «la reactivación del hispanoamericanismo», afirmaciones que parecen aclarar, por si aún fuese necesario, el carácter de la historiografía militanteen la que podemos inscribir a Jesús Villanueva, alejada mil leguas de las tesis españolistas y capaz de cambiarle el nombre, de forma retrospectiva y acorde con un clima político muy distinto al que él denuncia, a José María Millás Vallicrosa, quien en la página 131 de la obra que estamos reseñando, muta en Josep Maria Millàs Vallicrosa gracias a los oficios de un historiador que no tiene empacho en modificar las fuentes a fin de adecuarlas a un discurso ideológicamente muy definido que se desmarca del nacionalismo manejado en la obra y se aproxima a una idea de España plurinacional y plurilingüe{5}.

La negrolegendaria visión que el Dr. Villanueva tiene de la Historia de España, y en particular su negación de la existencia de la Leyenda Negra, pese a ser aceptada por diversos colectivos, cuenta con una firme oposición que no puede ser resuelta con la asignación de las manidas y maniqueas etiquetas por todos conocidas. La cuestión de la Leyenda Negra, como el mismo Villanueva reconoce, continúa estando de actualidad, prueba de ello es que mientras se escribía esta recensión, acaba de aparecer otro libro: La leyenda negra, de Ángel Díaz del Río, que trata sobre algo que en absoluto se puede reducir a una polémica nacionalista de la España del pasado XX. Una obra que, a buen seguro, no será la última.

Notas

{1} El Proyecto de Filosofía en Español puso en agosto de 2010 a disposición del lector la obra completa: La España de ayer y la de hoy (la muerte de una leyenda) en agosto de 2010, acompañada de un amplio estudio del origen y desarrollo del rótulo «leyenda negra», que al parecer han pasado inadvertidos para nuestro autor.
{2} La leyenda negra. Historia y opinión. (Ed. Alianza, Madrid 1992).
{3} Philip W. Powell, Árbol de odio, Iris de Paz, Madrid 1991. La anécdota viene incluida en un nota al pie en la página 244.
{4} Las críticas que Villanueva lanza contra Bueno, se extienden al libro En defensa de España: razones para el patriotismo español (Encuentro, Madrid 2008), ignorando que quien firma junto a Santiago Abascal es Gustavo Bueno Sánchez, quienes reconocen que en esa obra intervinieron otros autores, principalmente Pedro Insua.
{5} Sólo desde estas coordenadas, según nos parece, se puede llevar a cabo tal cambio. Para comprobar con qué nombre firmaba Vallicrosa, nada más sencillo que consultar la hemeroteca de La Vanguardia. Estas medidas correctoras las repite en el índice onomástico.


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