martes, 7 de junio de 2022

Cervantes en la BBC

 La Gaceta de la Iberosfera, 8de noviembre de 2021:

https://gaceta.es/opinion/cervantes-en-la-bbc-20211108-0126/

Cervantes en la BBC

            «Es absurdo hablar de genocidio en el contexto de la conquista de América», estas palabras, pronunciadas por el historiador mexicano Fernando Cervantes, profesor en la Universidad de Bristol y reciente autor de Conquistadores: una historia diferente, durante una entrevista en la BBC, han agitado las estancadas aguas negrolegendarias. Una tormenta en un vaso de agua, pues la propaganda hispanófoba a la que habitualmente contribuye la mentada cadena televisiva, ha calado hondo así en el mundo hispano como en el anglosajón. O lo que es lo mismo, tanto en grandes áreas del orbe católico como en su reverso protestante.

            La intervención de Cervantes ha vuelto a recordar, a quien quiera escucharlo de manera desprejuiciada, que los españoles -peninsulares, en todo caso, pues los americanos también eran españoles- no se llevaron a la Península todo el oro americano. El 80 % del metal, oro pero sobre todo plata, quedó en las tierras de cuyas venas se extrajo con la penosidad propia de la minería. Recordó también don Fernando, que fue precisamente un viajero extraño al Imperio español -Alejandro de Humboldt- el que cantó las virtudes de aquella estructura intercontinental tras cuya caída, alentada por los ingleses, empobreció los virreinatos por la vía de un endeudamiento que tardó siglo y medio en saldarse. Argumentos, los de Cervantes, frecuentemente empleados en debates académicos en los cuales la leyenda negra tiene una potencia muy inferior a la que posee popularmente.

            Las manifestaciones hechas por Fernando Cervantes tienen un indudable valor precisamente por haberse producido en un, por decirlo al errejónico modo, «núcleo irradiador» de tanta potencia. Sin embargo, Cervantes transita por caminos ya hollados por muchos otros historiadores mexicanos refractarios a asumir los postulados negrolegendarios. Una serie, de raigambre cortesiana, que podríamos iniciar en el historiador y político Lucas Alamán, considerado un referente del conservadurismo mexicano por atenerse a la herencia española resumida en catolicismo y lengua. Ajustado a estas coordenadas, Alamán fijó el nacimiento de la nación mexicana en la conquista realizada por Hernán Cortés. Las tesis de don Lucas fueron inmediatamente respondidas por el insurgente republicano, hijo de un español peninsular, Carlos María de Bustamante, autor de estas oníricas palabras contenidas en su Cuadro histórico de la Revolución mexicana:

 

Sorprendiome el sueño meditando sobre ella, y se me figuro que veia entre aquellos cadaveres y miembros palpitantes, a los genios de Cortés, de Alvarado y de Pizarro, que se mecian despavoridos observandolos, y que lanzandose llorosa sobre ellos la America con voz terrible les decia... .De que os horrorizais a vista de las victimas?. Habeis olvidado las crueles matanzas que hicisteis tres siglos ha en Tabasco, en Cholula, en el tempo mayor de Mexico, en Cuernavaca?

 

            El testigo de Alamán lo tomó, en gran medida, el norteamericano William Prescott, autor de la influyente Historia de la conquista de México, en la cual no regateó elogios al conquistador que tanto detesta AMLO. He aquí su visión, en gran medida continuada por Charles Fletcher Lummis, sobre lo ocurrido hace cinco siglos:

La Providencia ordenó sabiamente que la tierra fuese ocupada por otra raza que desarraigase la superstición, que cundía todos los días á medida que el imperio se dilataba. Las degradantes costumbres de los aztecas son la mejor apología de conquista. Los conquistadores trajeron, es verdad, la inquisición; pero también trajeron el cristianismo cuya luz benigna debia durar después de extinguidas las fúnebres hogueras del fanatismo, y que debia disipar las horrorosas tinieblas en que por tanto tiempo estuvieron envueltas aquellas hermosas regiones

            Convertido en auténtico parteluz ideológico capaz de separar a conservadores y progresistas, entendiéndose estos como cortesianos y anticortesianos, es decir, negrolegendarios, Cortés fue reivindicado por el PAN en los primeros números de su principal órgano de expresión durante los años 40 del pasado siglo, la revista La Nación, que hoy sigue editándose convenientemente ajustada a los quicios actuales.

            Con un mayor manejo de fuentes, a finales del siglo XX, las reconstrucciones históricas realizadas por los mexicanos José Luis Martínez, hoy en día continuadas por su hijo Rodrigo, y Juan Miralles, autor de un libro de elocuente título, Hernán Cortés, inventor de México, debieran haber servido para que sus compatriotas se desintoxicaran de tan distorsionada visión de un pasado, el suyo, que tanto perjuicio causa a México en el presente en marcha. Posturas como la defendida por Fernando Cervantes permiten, sin embargo, creer que no todo es victimismo e indigenismo en la tierra conquistada por aquel extremeño al que otro Cervantes, por boca de don Quijote, dedicó estas elogiosas palabras.

¿Quién barrenó los navíos y dejó en seco y aislados los valerosos españoles guiados por el cortesísimo Cortés en el Nuevo Mundo?


Lortu arte!

 La Gaceta de la Iberosfera, 31 de octubre de 2021:

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Lortu arte!

            Las calles vascas ya están empapeladas con carteles en los que se anuncia una nueva movilización promovida por uno de los principales socios del Gobierno de Pedro Sánchez, EhBildu, principal gestor de los réditos políticos y sociales obtenidos por la banda terrorista ETA en la que figuró destacadamente el otrora Gordo, «Hombre de paz» desde los tiempos del zapaterato.  

            La manifestación, impresa sobre un inmaculado fondo blanco, se convoca bajo una verdosa geometrización de la heráldica vasco-navarra. Al cabo, bajo la pátina marxistoide del mundo etarra siempre subyacieron elementos propios del antiguo régimen, amén de un mal disimulado supremacismo, como bien ha mostrado Jon Viar en su excelente Traidores, emitido discretamente en la antes llamada UHF, hoy La 2 de TVE, pues La 1 suele reservar su franja horaria estelar a los cómicos y sicofantes encargados de administrar las dosis adecuadas de anestesia política y sociológica.

            La fecha escogida para que el mundo filoetarra procesione por la así llamada Euskal Herria, probablemente acompañado por elementos cercanos, cuando no directamente vinculados, al PSOE o Unidas Podemos, es el próximo 20 de noviembre, día dotado de una enorme carga simbólica. En efecto, como todo el mundo sabe, el 20 de noviembre de 1975 Francisco Franco, indiscutible protagonista de la política actual, exhaló su último aliento en el madrileño y público Hospital de la Paz. La data elegida por quienes, al amparo del hacha y la serpiente, dejaron un enorme caudal de sangre obtenida gracias al coche-bomba y el tiro en la nuca, no es casual. Con su elección, EhBildu pretende recuperar la idea, también desmentida en la obra de Viar, de que ETA fue una organización antifranquista, característica que, para los fideístas de la Memoria antes Histórica, hoy Democrática, dota de legitimidad a todo aquello que se hiciera en contra del régimen del general gallego.

            Un simple vistazo a las cifras de asesinados por ETA antes del 20 de noviembre de 1975, desde el primer crimen cometido contra el guardia civil Pardines, arroja un cómputo de 44 muertos. En el periodo de igual duración inmediatamente posterior al óbito de Franco, eleva la cifra hasta, al menos, 348 asesinados. Para cualquier observador no fanatizado por la papilla ideológica que nutrió a los etarras y a sus cómplices, la conclusión es evidente: ETA no fue una organización antifranquista, sino algo muy diferente. ETA fue una compleja trama que no sólo asesinó. Sus acciones fueron, efectivamente, terroristas, pues lograron paralizar a gran parte de la población vasca y una no pequeña parte del resto de españoles que hoy tienen prisa por olvidar más de cuatro décadas de crímenes, mutilaciones, daños psíquicos y materiales. Convenientemente aggiornata y ajustada a unos dictados, los de la nueva ideología verde, en la cual el metal de  las pistolas tiene escasa cabida, la autoproclamada izquierda abertzale se esfuerza por mostrar una cara amable y pacífica, democrática, en suma.

Una nueva y sostenible máscara, acaso capucha, tras la que se esconde lo que siempre fue ETA: una banda terrorista que no mató para sacudirse las estructuras de un régimen que proclamaba ser una «democracia orgánica», sino para lograr lo que se esconde bajo el lema -«Lortu arte!», es decir «¡Hasta conseguirlo!» -elegido. Ahora al igual que en los tiempos predemocráticos, las acciones de ETA buscaron una única cosa: alzarse con una tierra que sembraron de cadáveres y de la que expulsaron a muchos de sus hijos.

            El objetivo último, la secesión, cuenta ahora con poderosos apoyos y una agenda para la cual los estados-nación de la escala de España son su mayor estorbo.


Los vikingos no descubrieron América

 La Gaceta de la Iberosfera, 23 de octubre de 2021:

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La cápsula guna

 La Gaceta de la Iberosfera, 16 de octubre de 2021:

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La cápsula guna

            En 1914, José Ortega y Gasset incluyó esta desasosegante pregunta, «¡Dios mío ¿Qué es España?!», en sus Meditaciones del Quijote, interrogante que bien pudiera aplicarse a otras naciones. Entre ellas a Panamá, nación a un canal pegada -antes lo fue a un ferrocarril interoceánico-, que cumple este 2021 sus doscientos años de vida política.

            En 1826, en Panamá se celebró, a instancias de Simón Bolívar, un Congreso de Plenipotenciarios de los diferentes Estados hispanoamericanos, cuyo objeto era la formación de una liga capaz de neutralizar la ofensiva británica a la que el así llamado Libertador, movido por el odio a su madrastra España,  había abierto la puerta. El intento de remediar lo irremediable fue, naturalmente, estéril, a pesar de que tras la reunión se acordara el establecimiento de un tratado de amistad perpetua entre todas aquellas jóvenes naciones. Muerto Bolívar, Centroamérica sufrió los embates del filibusterismo gringo hasta tales extremos, que en 1856, Facundo Goñi, encargado de negocios de España en Costa-Rica y Nicaragua, fue convocado en Guatemala para tratar de poner remedio a los efectos de un Destino Manifiesto que se ramificaba hacia el Sur. La idea era recuperar la liga bolivariana con, así lo consignó don Facundo, «España  como la Madre de toda la gran familia». El papel reservado para dicha madre era el de entrar en la alianza «con las condiciones de superioridad y con las ventajas que le corresponden de derecho».

            En su informe, Goñi señaló que las repúblicas hispanoamericanas se habían emancipado de España «prematuramente y sin la preparación ni medios ni elementos para ser Estados independientes y constituir economía separada» y se dolía de que esas nuevas naciones hubieran imitado irreflexivamente a los Estados Unidos. Goñi se preguntaba: «¿Pero qué derechos políticos, que igualdad, ni que voto público podría existir en pueblos compuestos en su mayoría de indígenas y en el resto de negros y mestizos principalmente?». Con el poder en manos de los criollos panameños, estos, al igual que había pasado en la Península, se dividieron cainitamente entre serviles y liberales, debilitando más, si cabe, las estructuras políticas y económicas de una población que, según los cálculos del diplomático navarro, tenía esta composición: «una mitad de indígenas, un cuarenta por ciento de mestizos y negros, y un diez por ciento de blancos originarios de España».

            Ajustadas o no, las cifras manejadas por Goñi permiten afirmar que la mitad de aquellas sociedades, pues el término mestizo es harto impreciso, se mantenían en un segundo plano con respecto al poder blanco, lo que no quiere decir que estuvieran enteramente sojuzgadas, pues muchas poblaciones indígenas mantuvieron sus propias estructuras de poder. Las fuerzas y los intereses del periodo virreinal y, más tarde, del independiente, eran limitadas y no permitían llegar hasta los confines de un territorio tan, en ocasiones, impenetrable. Todo ello determinó la supervivencia de ciertos grupos étnicos, algunos de las cuales han llegado, en mayor o menor grado de aculturación, concepto oscuro donde los haya, hasta nuestros días.

            Si durante la conquista, nunca completa, del Nuevo Mundo, fueron los clérigos quienes llevaron a cabo la tarea de elaborar gramáticas de lenguas indígenas que permitieran llevar a cabo la evangelización de los naturales, siglos después, consumada la inversión teológica, con el protestantismo yanqui como continuador de aquella tarea, España, a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID), auspicia desde hace años la conservación de la lengua guna, hablada por una etnia asentada en Panamña, de la que recientemente tuvimos noticia debido a las reticencias que el Secretario de comunicación del Congreso Guna, Anelio Merry López, expresó en un perfecto español a propósito del uso del barbijo.

            Las peculiaridades de la lengua guna son suficientes para que la AECID ayude a mantener lo que, en la práctica, no es sino una suerte de reserva, una reducción acogida no a las doctrinas de la Compañía de Jesús sino a las del mito de la cultura. Sustituida la bandera confeccionada en 1925, una enseña en cuyo centro aparecía una esvástica que dice mucho de las referencias del indigenismo de principios del siglo XX, por otra compuesta por ocho estrellas y dos antebrazos con arco y flecha, que suele ondear al lado de la bandera panameña, los Guna reciben una ayuda, la de España, que debe ajustarse, según figura en la web de AECID, a unos objetivos que resultarán muy familiares al lector:

 

Las prioridades sectoriales de la AECID en Panamá son tendentes a favorecer el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos en la Agenda 2030 como nuevo compromiso y estrategia internacional.

            Como ya hiciera la Iglesia católica, no en vano católico quiere decir universal, el nuevo intento de globalización, sujeto a la agenda del disco multicolor en lugar de a la cruz, conserva estas lenguas para establecer un particular divide et impera que supone un poderoso obstáculo para llevar a cabo proyectos como los que figuran en los decimonónicos despachos de Goñi.


domingo, 29 de mayo de 2022

12 de octubre: descubrimiento, conquista y pacificación

 La Gaceta de la Iberosfera, 12 de octubre de 2021:

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12 de octubre: descubrimiento, conquista y pacificación

            De entre las muchas facciones que, transidas de indigenismo negrolegendario, alzan su voz en España cada 12 de octubre, suele destacar la andaluza, que a los habituales argumentos propios de este credo añade románticas dosis maurófilas. Su patria, al cabo, es la ensoñación de Blas Infante, la de la mahomética enseña verdiblanca, la de una jerigonza plena de faltas de ortografía que llaman andalú y que ya deja su impronta en forma de grafitis como ese No gemô naide con el que a diario se cruza quien esto firma.

            «Nada que celebrar», tal es el lema de quienes sostienen que el descubrimiento -sí, descubrimiento-, conquista -sí, conquista- y pacificación, es decir, civilización de aquel Nuevo Mundo fue un genocidio seguido de un expolio. A desmontar tales argumentos, de los que se en su día se distanció el propio Galeano, autor del exitoso Las venas abiertas de América Latina, he dedicado muchas páginas y debates. Huelga regresar a los argumentos mil veces esgrimidos, por lo que en este apunte, tan solo trataré de buscar, por si de algo sirviera, algún desajuste entre el lema antilaudatorio y ciertas realidades ante las que quienes lo cultivan no hallan contradicción alguna.

            Las celebraciones a propósito de la fecha en la que la armada española encabezada por Colón tocó un nuevo continente tienen una larga tradición y se llevaron a cabo bajo un lema, «Día de la Raza», inadmisible para quienes cultivan ese racismo de nuevo cuño llamado racialización. Quizá por su conexión con la película que se filmó inmediatamente después de la Guerra Civil sobre un guión firmado en 1942 por Jaime de Andrade, es decir, por Francisco Franco, raza y, por lo tanto, cualquier fecha que contenga tal vocablo es inadmisible para los custodios del antifranquismo post mortem, incapaces de entender que «raza» en ese contexto histórico, un contexto establecido tres décadas antes, en 1913, año en el que la Unión Ibero-Americana propuso conmemorar la fecha del descubrimiento de América, decía «carácter», «cultura». Dicho lo cual, el esfuerzo aclaratorio probablemente sobre, pues los refractarios a tal celebración lo son precisamente por entender que nada positivo acarreó la incorporación de las gentes de aquel continente a la Historia universal, acaso porque tal Historia, de escala imperial, esté siendo impugnada en favor de perspectivas de marcado subjetivismo e individualismo consumista, el alimentado por las cookies que detectan gustos e inclinaciones.

            Desechada la Fiesta de la Raza desde 1935, actualmente el 12 de octubre, contestado por el Día de la Resistencia Indígena, en cuya estela han sido derribadas tantas estatuas colombinas erigidas para italianizar el descubrimiento, conmemora la «Hispanidad», concepto dotado de un enorme clasicismo, que fue retomado en 1910 nada menos que por Miguel de Unamuno, hecho que no encaja del todo con la amenabarización que el Rector de la Universidad de Salamanca ha experimentado recientemente. Sea como fuere, lo cierto es que en 1910 fue don Miguel, posterior contrafigura de un caricaturesco retrato de  Millán Astray, fue quien contrapuso la «hispanidad» a la «argentinidad», en parte italianizante, hegemónica en aquellos tiempos dorados para la nación albiceleste. El testigo lo tomó uno de los últimos de Filipinas, Eugenio García Nielfa en la misma Córdoba que más tarde sería base de operaciones del primero comunista y luego muladí, Roger  Garaudy.

            Junto a  los de letras, singularmente Ramiro de Maeztu, fueron gentes de Iglesia quienes se ocuparon de cultivar, haciendo bueno el lema «Por el imperio hacia Dios», el rótulo. Como es sabido, entre ellos destacó un sacerdote vizcaíno, Zacarías de Vizcarra, que estableció analogías entre «Hispanidad», «Humanidad» y «Cristiandad». Relaciones posibles por entender que el canon cristiano albergaba una carga plena de humanidad que otros credos religiosos no eran capaces de incorporar.

            Más de un siglo después de la recuperación unamuniana del concepto «Hispanidad», su conmemoración, que nos remite al 12 de octubre en el que las naves colombinas abrieron la posibilidad de la configuración de una parte formal del mundo, es contestada por las autodenominadas izquierdas españolas, las mismas que asumen los postulados del demócrata Joe Biden. Un presidente, Biden, miembro del partido en el que militó el presbiteriano Andrew Jackson, bajo cuya presidencia se produjo el sendero de lágrimas», itinerario que los cheroquis recorrieron dejando un rastro de mortandad durante su deportación de la Georgia en la que se había descubierto oro, que se permite el indocto lujo cultivar la visión negrolegendaria de nuestro pasado, sin que desde las filas de sus hispanos admiradores nadie le recuerde que su nación se expandió según los patrones racistas y supremacistas del Destino Manifiesto.


La virulencia negrolegendaria y el desconocimiento histórico de AMLO

 La Gaceta de la Iberosfera, 27 de septiembre de 2021:

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La virulencia negrolegendaria de AMLO

            «Se trajo la viruela y en tres siglos ni siquiera fueron capaces de crear una vacuna, lo que ahora llevó un año».

            Estas disparatadas palabras, que dan continuidad a pretéritas declaraciones del mismo jaez, fueron pronunciadas la semana pasada por Andrés Manuel López Obrador durante una de sus torrenciales comparecencias públicas. Cuando restan tres meses para que termine el año en el que se cumplen quinientos de la victoria de Cortés y sus aliados sobre el imperio mexica, mucho me temo que no será esta la última ocasión en la que AMLO nos ofrezca materia para la crítica. En esta ocasión el COVID ha sido el pretexto para que Andrés Manuel haya vuelto a arremeter contra la principal estructura sobre la que se asientan los actuales Estados Unidos Mexicanos que él mismo preside: el virreinato de la Nueva España, rótulo inexistente en el vocabulario de AMLO. La reciente invectiva desvela una vez más las limitaciones de sus conocimientos históricos, pero no sólo, pues el mero planteamiento de que en el periodo virreinal, al menos hasta su último tramo, apareciera una vacuna hispana, muestra a las claras la deficiente concepción que de las ciencias posee nuestro locuaz hombre.

            Dejando de lado las deficientes condiciones materiales que para el hallazgo de una vacuna se dieron, no sólo en España sino en toda Europa, durante los siglos XVI, XVII y gran parte del XVIII, lo cierto es que la vacuna, debida al británico Edward Jenner, solo fue una realidad en 1796, es decir, en los estertores del periodo virreinal. Hasta entonces, la costumbre, algo de lo que yo mismo he recibido testimonio, determinaba que en caso de epidemia, las vacas se introdujeran en los pueblos de Castilla, acaso porque los vaqueros, siempre en contacto con el ganado vacuno del cual procede el remedio de Jenner, se mostraban más fuertes ante la enfermedad. De la profiláctica costumbre al descubrimiento de la vacuna antivariólica existe, lógicamente, una distancia que sólo se salvó a partir de un determinado nivel tecnológico, cuestión que daría para una pieza separada. 

            Sea como fuere, el temprano propagador de este remedio por todo el imperio español fue un hombre profundamente relacionado con la Nueva España: Francisco Javier Balmis, que en 1786 había sido nombrado cirujano mayor del Hospital de San Juan de Dios de la ciudad de México en la cual investigó las propiedades de plantas como el agave. Apenas siete años después de que se hiciera público el hallazgo de Jenner, en 1803, Balmis, temprano conocedor y defensor de aquel remedio, fue nombrado director de la Real Expedición Marítima de la Vacuna, que entre 1803 y 1806 dio la vuelta al mundo propagando la vacuna por América y Asia a partir de veintidós niños procedentes de la casa de expósitos de La Coruña. Gracias a las inoculaciones semanales que, de dos de dos, se practicaron a los huérfanos, la vacuna, junto a dos mil ejemplares de textos relativos a la misma, que se distribuyeron gratuitamente, atravesó el Atlántico. Divida en dos, la expedición vacunífera, en la que estaba integrada la hoy popular Isabel Zendal, recaló en Puerto Rico, Venezuela, Cuba y… la Nueva España, desde donde cruzó el Pacífico para llegar a las muy novohispanas Filipinas. Una vez en el archipiélago, la vacuna alcanzó Macao y, más tarde, se adentró en China. La expedición vacunífera demuestra que España no solo se preocupó de la salud de los habitantes de sus vastos dominios, también refuta uno de los tópicos favoritos de la grey negrolegendaria a la que pertenece AMLO: el secular atraso científico español pues, insistimos, las ciencias van íntimamente ligadas a la existencia de técnicas, infraestructuras e instrumentos como aquellos de los que disponía el imperio español, requisitos imprescindibles para el éxito de la mentada expedición.

            No me resisto, por último, a cerrar este escrito sin dar cuenta de un importante aspecto de la biografía del galeno alicantino. Cuando las tropas napoleónicas entraron en España, Balmis se mantuvo fiel a la Junta Central, que le encomendó un último encargo: viajar a la Nueva España para volver a propagar la vacuna. En febrero de 1810, Balmis, siempre fiel a la Corona, puso rumbo a Veracruz, donde le esperaba el brote insurgente que imposibilitó su trabajo, obligándole a regresar. Cargado de honores, Francisco Javier Balmis Berenguer murió en su patria el 12 de febrero de 1819.


El prendimiento de Puigdemont

 La Gaceta de la Iberosfera, 25 de septiembre de 2021:

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El prendimiento de Puigdemont

            Hace cuatro años, acompañados por un par de guitarras y una generosa dosis de ginebra, un trajeado y corbateado grupo de asistentes a una fiesta entonó una coplilla que Youtube se encargó de popularizar:

Puigdemont, te van a meter en prisión

Y el Trapero, que va a ser su compañero,

y Junqueras lo mira y se desespera.

             Una cobarde fuga efectuada a bordo de un maletero, un juicio con gran eco mediático y un puñado de indultos después, han constituido la antesala de la detención en Cerdeña del prófugo de la justicia española, Carles Puigdemont. El prendimiento del huido gerundense, que en Twitter se expresa bajo el emblema de Carlomagno, se ha producido en una isla que, en su día, formó parte de los dominios de la Corona de Aragón, estructura política que el secesionismo catalanista ha deformado dándole la denominación de Corona catalano-aragonesa, rótulo que se administra a los alumnos catalanes desde su más tierna infancia. Acaso los ensueños imperialistas que todo sedicioso catalán porta en su corazón, sean los que hayan empujado al ex presidente de la Generalidad a presentarse en esa tierra en la que perduran ciertas reliquias lingüísticas de aquel tiempo. Confiado en pisar territorio propio, inflamado por el mito de la Cultura, Puigdemont se presentó en el aeropuerto de Alger, para asistir al Aplec Internacional Adifolk. El resultado fue su prendimiento por parte de la policía italiana.

            La de Córcega no es esta la primera detención de don Carles, que ya fue retenido en Alemania hace unos años con el resultado que todos conocemos, precedente que debería servir para rebajar la euforia con la que ha sido recibida la noticia de la detención del mismo europarlamentario que ya ha esquivado la acción de la justicia española, arropado por esa misma Europa en la que muchos ven la solución a los males patrios. El que se abre ahora es un tiempo en el cual Puigdemont tratará de  poner en práctica todas las argucias legales que retrasen, e incluso impidan, su llegada a España para ser juzgado. Un regreso, por cierto, al que se comprometió en su día alguien tan problemáticamente relacionado con la verdad como el presidente Pedro Sánchez, indultero que a estas horas estará analizando cuáles son las bazas con las que seguir practicando el oportunismo político que le caracteriza.

            Con la mesa de entrega al secesionismo ya en marcha y la inmunidad de Puigdemont restituida por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, tan anhelante de una Europa de las regiones en las que tiene perfecta cabida una Cataluña independiente e incluso unos Países Catalanes libres del yugo español, conviene refrenar las emociones, pues lo que ahora comienza es un judicializado periodo de incertidumbre. De momento, las opciones de entrega inmediata a España del fugado, de nuevo en el centro de atención mediática, son inexistentes. Rehabilitado para gran parte del mundo lazi, Puigdemont puede volver a ser un elemento de discordia en un ambiente en el que solo el odio a España opera como elemento de cohesión entre sectas que reproducen, a nivel regional, muchas de las pugnas partitocráticas que caracterizan a la España de hoy. De hecho, el viejo par Pnv/Ciu, comienza a verse amenazado por otro, el conformado por Bildu y ERC, que cuenta con Unidas Podemos como principal aliado en la idea de una España confederal, republicana y de izquierdas.

            Con un más que previsible indulto ya previsto, que solo se activaría con el PSOE en el poder, todo conspira, pues no ha de olvidarse el timorato 155 aplicado por un PP entregado al particularismo, a favor de la ampliación de la desigualdad entre unos españoles que no deberían dase por satisfechos con la imagen de Puigdemont entre rejas.


De la traición considerada como una de las bellas artes

 La Gaceta de la Iberosfera, 17 de septiembre de 2021:

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De la traición considerada como una de las bellas artes

            «La composición de un buen asesinato exige algo más que un par de idiotas que matan o mueren, un cuchillo, una bolsa y un callejón oscuro. El diseño, señores, la disposición del grupo, la luz y la sombra, la poesía, el sentimiento, se consideran hoy indispensables en intentos de esta naturaleza». Las palabras reproducidas aparecen en el libro Del asesinato considerado como una de las bellas artes, obra que el ácido Thomas de Quincey entregó a la imprenta un lustro después de que tan extravagante miembro de la aristocracia inglesa, publicara las Confesiones de un comedor de opio, sustancia que conoció mientras estudiaba en el Worcester College.

            La obra, atravesada por un agudo y macabro sentido del humor, echa a andar describiendo los crímenes de John Williams, y constituye una suerte de exquisito reglamento criminal. De Quincey, por ejemplo, aconseja escoger sujetos que gocen de buena salud para desplegar ante él todo el arte, una de las bellas artes al decir quinceyano, asesino. Asesinar sí, pero cuidando las formas, tal y como queda expuesto en el que es, acaso, el pasaje más célebre de la obra: «Si uno empieza por permitirse un asesinato pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente».

            Vienen estas evocaciones literarias a cuento, porque lo ocurrido esta semana en el Parlamento de Cataluña presenta ciertas analogías con algunos de los pasajes que dan cuerpo al libro referido. Dos son, por ejemplo, bien que respaldados por poderosas facciones políticas, mediáticas y económicas, los sujetos dispuestos -el calificativo se lo dejamos al lector- a consumar un asesinato, el de la nación española, objetivo planteado en una mesa, llamada de diálogo, en la cual se ha perdido la «buena educación». Una puesta en escena envolvente del mercadeo de la soberanía española o, cuando menos, de la consolidación de privilegios, sujeta a gestos y a símbolos, los presentes y los ausentes, cargados de un simbolismo de los que mi compañero Manuel Beas, maestro del protocolo, podría ilustrarnos en profundidad. La retirada de la bandera española en el curso de una ceremonia que en todo momento trató de establecer una aparente equiparación entre dos naciones, la española y la fantasmagórica república catalana, fue el punto culminante de una jornada que habla a las claras de hasta qué punto el rehén del golpismo que pernocta en La Moncloa está dispuesto a traficar con algo que no le pertenece. Un tráfico, término que empleamos por la enorme carga de corrupción política aparejada a la asunción de una negociación bilateral, en pie de igualdad, entre un gobierno nacional y uno regional, para el cual, ningunos de los negociantes está autorizado, pues ninguno de ellos puede poner sobre la mesa lo que no les pertenece. Aragonés es, en rigor, el más alto representante del Estado en Cataluña. Aragonés preside la Generalidad de Cataluña, no una nación política, pues la Comunidad Autónoma de Cataluña no tiene semejante condición, por mucha bilateralidad que se imposte.

            Existe, no obstante, y de nuevo regresamos a De Quincey, «la disposición del grupo» o, por mejor decir, la de muchos grupos, para erosionar la nación con objetivos localistas y, por ende, disolventes. Los ya aludidos, escudados tras el genuflexo Sánchez y su ufano anfitrión Aragonés, pero también otros. De hecho, en un ejercicio de mimetismo que, al cabo, servirá para legitimar las maniobras del Gobierno y el golpismo catalanista, acaso por la vía de la reforma de la Constitución en un sentido federalizante que, en realidad, sería confederalizante, ya se reclama la puesta en marcha de mesas semejantes. En este empeño se halla, por ejemplo, el blasinfantista Juan Manuel Moreno Bonilla, habitual usuario del vocablo «cogobernanza», tan próximo al anhelo de la España multinivel, aventado por el Gobierno, y veterano integrante de un Partido Popular que cuando gozó de la mayoría absoluta no se atrevió a socavar los cimientos -educativos, propagandísticos, paradiplomáticos-, sobre los que se asienta la mesa de la traición que, acompañada por una escenografía cinematográfica y un rótulo tan cursi como el de la «agenda del reencuentro», se ha exhibido, de impúdica manera, ante el conjunto de la nación.

viernes, 27 de mayo de 2022

Fitna lazi

 La Gaceta de la Iberosfera, 14 de septiembre de 2021:

https://gaceta.es/opinion/fitna-lazi-20210914-0800/

Fitna lazi

            La fitna o guerra entre musulmanes, fue un factor determinante en la extinción de los reinos de taifas que surgieron después del desmoronamiento Califato de Córdoba. Tan importantes como las campañas militares cristianas, resultaron las luchas intestinas entre los diferentes reinos musulmanes de un cada vez más menguante al-Andalus, cuyos reyezuelos se hicieron vasallos de los monarcas llamados politeístas, a cambio de protección frente a sus hermanos de religión. Un milenio después, el islam sigue sin lograr su deseada unidad como consecuencia, en gran medida, de sus luchas internas.

            Durante la mañana del 11 de septiembre, Hanan Serroukh, en el curso de la jornada organizada por DENAES en Barcelona como respuesta a los fastos oficiales que celebran la derrota del patriota español Rafael Casanova, que de ninguna otra manera cabe calificar a este personaje histórico, frente a los partidarios borbónicos, expuso al público asistente los paralelismos existentes entre el golpismo catalanista y el fanatismo que opera tras el yihadismo, materia en la que la Serroukh está versada después de haber trabajado como analista para GEES. Casi como un aval de sus palabras, horas después de que la jornada de debates se cerrara, la ciudad de Barcelona sirvió de escenario para lo que cabe calificar de fitna lazi, habida cuenta de los enfrentamientos desencadenados entre secesionistas de diverso pelaje y adscripción política.

            A despecho del famoso lema que afirma que quienes pretender quebrantar la soberanía española y alzarse con la tierra, con la catalana ahora, antes de lanzarse a depredar los llamados «Países Catalanes», son gente de paz, la Ciudad Condal vio cómo diversas grupos de facciosos se tiraban las esteladas y algún que otro objeto menos textil, a la cabeza, para dirimir, de manera nada dialogante, sus diferencias respecto a la forma de reencauzar el golpismo que les une. Coincidentes en la afirmación cuixartiana que sostiene que lo volverán a hacer, a dar un golpe de Estado, los púgiles estelados se tiraron golpes, sillas e insultos nada menos que en el Foso de las Moreras, sancta sanctorum del secesionismo. Allí, bajo la dudosa fosa común -Francisco Oya, durante su intervención, sembró arqueológicas dudas acerca de tal condición- se debatieron, de manera bronca, los métodos que han de conducir a una república catalana que cuenta con un recalcitrante monárquico como Casanova como uno de sus mayores símbolos. Las belicosas posiciones oscilaron entre un abrupto rupturismo y un posibilismo, el que envuelve la llamada «mesa de diálogo» que con tanto mimo ha puesto Pedro Sánchez para estirar la legislatura.

            La algarada matinal tuvo continuidad por la tarde, cuando durante la manifestación convocada por la ANC, grupos de terroristas callejeros lanzaron objetos y botes de humo contra la Jefatura Superior de la Policía Nacional de la Vía Layetana, lugar que concentra los odios lazis, acaso porque guarden en su memoria el enorme apoyo que los policías recibieron -doy fe de ello, pues fui testigo- durante la masiva manifestación que inundó Barcelona el 8 de octubre de 2017, y que concluyó con la regañina de Josep Borrell a quienes coreábamos «Puigdemont a prisión». Un Puigdemont, por cierto, en cuya defensa ha salido recientemente La Vanguardia, publicación que considera que ha de darse una salida al prófugo del maletero.

            Según todos los cálculos, tanto los de la delegación del Gobierno como los de la propia organización, la manifestación de odio contra España de este año ha congregado menos gente que las de fechas anteriores. Las causas de tal pinchazo son diversas, y entre ellas no ha de desdeñarse el impacto del COVID-19, especialmente mortífero entre gentes de avanzada edad, sector mayoritario en estas ceremonias bien rentabilizadas por los vendedores de mercadotecnia. En efecto, es un hecho que la media de edad de los participantes tanto en las manifestaciones como en los desfiles nocturnos de antorchas que tanto recuerdan a Núremberg, es alta. Sin embargo, no faltan mozos y zagales dispuestos a participar en estas manifestaciones que ofrecen una excelente oportunidad para ejercitar el arte del grafiti en los escaparates de tiendas de cierta alcurnia que ese día echan el cierre, pues las que lo levantaron no sufrieron las acometidas del espray.

            Un breve paseo por las calles por las que procesionaron los lazis fue suficiente para leer una colección de manoseados lemas con los que cerramos esta morosa crónica de una nueva Diada protagonizada por parte de la grey -antisistema, antiburguesa, feminista, antiespañola, anticapitalista, antipatriarcal y otros muchos antis- que sostiene a los socios del actual Gobierno de España:

           

            Quan el joven s´alça

            la burgesia tremola!

 

Dones lliures

en una terra lliure.

 

Foc al capital

 

Ni patriarcat

ni Espanya

PPCC (Países Catalanes) lliures.


Deslocalización franciscano-jacobea

 La Gaceta de la Iberosfera, 5 de septiembre de 2021:

https://gaceta.es/opinion/deslocalizacion-franciscano-jacobea-20210905-0730/

Deslocalización franciscano-jacobea

            «Si voy a Santiago voy a Santiago; pero no a España, que quede claro». Las palabras reproducidas fueron pronunciadas recientemente por el argentino Jorge Mario Bergoglio S. J., Francisco I en su forma pontificial, en el curso de una entrevista realizada por Carlos Herrera para la Cadena de Ondas Populares Españolas (COPE). La larga charla permitió abordar muchos temas de actualidad. Entre ellos, la crisis desencadenada por la retirada de Afganistán de las tropas imperiales norteamericanas, para cuya solución recetó «oración, penitencia y ayuno», sin dejar de reconocer que el Vaticano está «moviendo hilos diplomáticos» para canalizar la llegada de hombres coranizados a Europa desde Afganistán. Francisco puso a Suecia como ejemplo de buena gestión migratoria, acaso recordando que hacia ese destino fueron enviados en los años setenta, décadas antes de que la fumata blanca le otorgara la tiara romana, montoneros y tupamaros que dejaron atrás la guerrilla transitando por la vía clerical, probablemente desbrozada con fondos de la guerra fría, que desembocaba en la socialdemocracia.

            Que Bergoglio es conocedor de que Santiago es una ciudad española, es algo que está fuera de toda duda; que Francisco I sabe de la amenaza secesionista que se cierne sobre algunas regiones patrias, también. No en vano a él se debe la designación, hace poco más de dos años, del sacerdote Joan Planellas Barnosell como nuevo arzobispo de Tarragona en sustitución de monseñor Jaume Pujol Balcells, prelado incapaz de atajar la crisis abierta por los casos de pederastia y los abusos sexuales acaecidos en la menguante iglesia catalana que ha procedido a un reajuste, a la baja, de sus parroquias. Antes de su acceso a la silla arzobispal tarraconense, Planellas, a la sazón, primado de las Españas, se había distinguido por colocar la bandera estelada en la torre del campanario de su iglesia, así como por hacer sonar las campanas durante el cuarto de hora establecido por los lazis. En este contexto: ¿a qué podría deberse tan geográficamente extravagante afirmación?

            La respuesta se halla en la propia entrevista herreriana, plena de equilibrios y elusiones. En ella, el Pontífice esgrimió argumentos que recordaron poderosamente a los empleados habitualmente por el actual Gobierno, calculadamente amenazante con la Iglesia católica y, a la vez, apoyado en las sectas catalanistas, y por los que se manejaron durante el zapaterato. Asumiendo los postulados memoriohistoricistas, el argentino afirmó que España debe «dar un paso de reconciliación con la propia historia» e incluso se permitió aludir, con porteña ligereza, el ejemplo de Kosovo, tan caro para los secesionistas españoles. Beatíficamente europeísta -no ha de olvidarse el origen mariano de la bandera de la Unión Europea- Bergoglio, a despecho de la falsificación urdida en relación a la Donación de Constantino, apeló a Carlomagno como modelo de construcción continental.

            En cuanto al asunto estrictamente compostelano, el papa parece olvidar el hecho de que el Camino de Santiago, cuyo punto final es el sepulcro apostólico, fue abierto por un rey asturiano, Alfonso II el Casto y por el obispo Teodomiro, capaces de establecer una suerte de polo religioso que contrapesó a la propia Roma, único de los cinco patriarcados que sobrevivió al empuje mahometano después de la incorporación de Alejandría, Antioquía, Constantinopla y Jerusalén a Dar al-Islam. La relativa autonomía jacobea, consagrada a un apóstol, Santiago, que desde tiempos de Mauregato se consideró «cabeza refulgente y dorada de Hispania», permitió el fortalecimiento de la iglesia española, punta de lanza, favorecida por la imprescindible labor política hispana, de la expansión del cristianismo por el Nuevo Mundo en el que vio sus primeras luces Francisco I, 266º papa de la Iglesia católica al que no place España.


Del collar de la paloma al cinturón-bomba

 La Gaceta de la Iberosfera, 30 de agosto de 2021:

https://gaceta.es/opinion/del-collar-de-la-paloma-al-cinturon-bomba-20210830-0907/

Del collar de la paloma al cinturón-bomba

                ¡Creyentes! ¡No toméis como amigos a los judíos y a los cristianos! Son amigos unos de otros. Quien de vosotros tiene amistad con ellos, se hace uno de ellos.

(Corán, V 51).

 

            El regreso de los talibanes al poder en Afganistán, coincidente con los fastos laudatorios de Blas Infantes protagonizados por un Partido Popular que pugna por superar al PSOE en la exaltación del estatutariamente proclamado padre de la patria andaluza, ha vuelto a ofrecer la posibilidad del establecimiento de manidos paralelismos. Al cabo, en la España actual se sigue cultivando una imagen romántica del islam que ya dejó su impronta entre finales del siglo XIX y el primer tercio del XX, cuando se descubrió y fabricó el mudejarismo, a despecho de la etimología del vocablo mudéjar, cuyo significado es «domeñado». En aquel contexto creció la exótica figura del notario de Casares, cuyas ensoñaciones andalusíes has servido para dotar de señas de identidad a la comunidad autónoma andaluza, ávida, del mismo modo que sus pares constitucionales, de argumentos históricas, sean estos reales o confeccionados al efecto, que le permitan distinguirse de una historia nacional.

            Las fantasías de don Blas chocan, no obstante, con la realidad de un al-Andalus que se transformó con los siglos, que padeció la fitna y que practicó la discriminación de los recién coranizados. Algunas de las figuras andalusíes más distinguidas, Ibn Hazam o Abenhasán de Córdoba en su forma romanceada, entre ellos, descendían de gentes que habían tratado de borrar su antigua fe, adoptando nombres de indudable ortodoxia. De hecho, Ibn Hazam significa  «hijo de conducta firme». Caso paralelo fue el de Averroes, autor de El libro de la yihad y miembro de un linaje que adoptó el nombre de Ibn Rusd -«hijo del camino recto»-. En un mundo marcado por unas nada flexibles estructuras religiosas, los citados pertenecieron a familias conversas, razón por la cual, del mismo modo que ocurrió con los que transitaron al mundo cristiano desde el judaísmo, trataron de evitar sospechas protegiéndose bajo nombres de explícito significado, que nada tienen que ver con el alambicado Ahmad -«el que pone en acto lo que estaba en potencia»- escogido por don Blas para convertirse voluntariamente en muladí. Pese a esos dudosos orígenes, Abenhasán sigue siendo fuente de inspiración para individuos como el yihadista palestino Abu Qatada, ideólogo de Isis-k, antaño «Lord de Londonistán», que dice nutrirse de las doctrinas del autor de El collar de la paloma.

            Exotismos al margen, el al-Andalus idealizado, el que manejan aquellos que gustan de llamar «mesetarios» a los nacidos al norte de Despeñaperros, poco tiene que ver con el real. Al-Andalus formaba parte de la partición mahometana del mundo, la que divide este entre la morada del islam -dar al-islam- y la morada de la guerra -dar al-harb-, y su pertenencia a la primera de esas moradas determinó la llegada de oleadas depuratorias, rigoristas, que trataron de corregir las relajaciones andalusíes. La llegada de los almorávides y, posteriormente, de los almohades, sirvió para que se dictara la conversión obligatoria de todos los no musulmanes de al-Andalus. Entre los afectados por esta disposición se cuenta Maimónides. Es con estos últimos con quienes se suele comparar a los talibanes, sin que por ello decaiga el cultivo de un paradisiaco al-Andalus que suele ajustarse a los límites de la Andalucía actual, abstrayendo detalles como el triunfo de la escuela malikí, que impuso a los dimníes o protegidos, el pago de elevados impuestos, al tiempo que les prohibió la posesión de monturas nobles y estableció la obligación de vestir de manera distinta, así como el veto en el desempeño de ciertos oficios, condiciones, en todo caso, más favorables a las que se tenían para quienes vivían extramuros de esa parte del mundo, los harbíes, carne de aceifas en su momento y de atentados en la actualidad.

            Tan cruda realidad no es obstáculo para que desde determinadas posiciones autodefinidas como progresistas e incluso feministas, se llegue a afirmar que el burka es una de las caras de la misma moneda que lleva en su reverso el bikini; o que al calor de algunas cátedras, y con la colaboración de exitosos periódicos globalmañaneros, se fuerce la realidad para presentar un islam tan amable como incomprendido. Un islam como el que describió hace dos décadas Luz Gómez en un artículo de buñuelesco título -«El discreto encanto de la islamofobia»- por el que la autora de «Ibn Hazm leído por los salafistas. Autoridad y teología andalusíes en el siglo XXI», hizo desfilar a todos los tópicos izquierdistas -calificación de la Reconquista como mito, execración del «neoespañolismo»- antes de arrogarse una autoridad interpretativa mahomética que, convenientemente filtrada al común, sirve para obviar uno de los más mandatos que con más claridad se hace a los hombres coranizados, una exhortación que sirve tanto a los talibanes afganos como a los yihadistas globalizadores, sean estos «lobos solitarios» o miembros del Estado Islámico: «Matad a los politeístas donde quiera que los encontréis». 

Alicia en Kabul

 La Gaceta de la Iberosfera, 21 de agosto de 2021:

https://gaceta.es/opinion/alicia-en-kabul-20210821-1729/

Alicia en Kabul

            En 2006 se publicó la obra de Gustavo Bueno, Zapatero y el Pensamiento Alicia. Un presidente en el País de las Maravillas, libro que gozó de un gran éxito de ventas, en el cual, el filósofo español realizó una profunda crítica del modo de razonamiento infantil de muchos de los gobernantes occidentales -singularmente el del presidente español que aparecía en su título- y, por consiguiente, de aquellos que facilitan su acceso al poder depositando la papeleta en la urna. El adolescente pensamiento Alicia se caracteriza por su simplicidad, por su miopía ante los problemas reales que envuelven y condicionan cualquier conflicto o problema. 

            Tres lustros después de que Zapatero y el Pensamiento Alicia viera la luz, la sociedad española y los medios oficialistas siguen dando vueltas, con un enfoque idéntico, a los mismos temas que analizó Bueno: Alianza de las Civilizaciones, feminismo, diálogo, Franco y el franquismo, memoria histórica, pluralismo cultural, España y la Nación española, democracia y humanismo. Asuntos a los que podríamos sumar la tauromaquia, el cambio climático o la autodeterminación de género.

            Varios de ellos -feminismo y diálogo, por ejemplo- han reaparecido recientemente a causa de la retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán, con el consiguiente regreso de los talibanes al poder. La oportunidad de volver a ejercitar el Pensamiento Alicia estaba dada, y un socialista español, el mismo que nos regañó a los que acudimos a la multitudinaria manifestación celebrada en Barcelona contra el golpe de Estado dado por los secesionistas, por pedir prisión para esos facciosos, alzó la voz. En efecto, Josep Borrell, Alto Representante de Política Exterior y Seguridad Común de la UE, defendió la apertura de un diálogo con los talibán para evitar que su acceso al poder derive en una crisis humanitaria y en un desastre migratorio. «Diálogo, diálogo, diálogo», con inserciones inclusivas, esa es toda la estrategia propuesta por nuestro pacifista compatriota, que omite las causas históricas que han llevado a esta situación. Unas causas que podemos esquematizar de este modo.

            Afganistán, que durante el siglo XIX se mantuvo en la órbita inglesa, fue uno de los muchos escenarios de la guerra fría. Durante los años 60, la URSS armó al ejército afgano y se atrajo a ciertas élites del país, a las que agasajó con un sistema de becas, método que ya había dado sus frutos a su principal rival. El golpe de estado de 1978 dio paso a una importante represión de religiosos y a una desestabilización que permitió que, con el apoyo de los Estados Unidos, cuajara un complejo frente anticomunista, caracterizado por su fanatismo religioso, cuya base de operaciones fue el vecino Pakistán. En 1989, año de la caída del Muro de Berlín, los soviéticos abandonaron aquellas tierras sin conseguir implantar su modelo  político. Un par de décadas después, los Estados Unidos, que apenas habían hecho algo más que propiciar el cambio de poder, se vieron obligados a intervenir con mayor profundidad en el Afganistán en el que había sido acogido Osama Bin Laden. Sin embargo, en una tierra marcada por los conflictos tribales, la implantación de la democrática pax americana se hizo inviable. Al igual que ocurrió con las fallidas primaveras árabes, las condiciones materiales, tal y como se ha demostrado con el rapidísimo avance de los talibanes, no estaban dadas.

            En semejante contexto, conviene, no obstante, prestar atención a un factor que puede resultar clave en el desarrollo de los próximos acontecimientos. El Afganistán que aparece en el horizonte, a pesar de su adhesión a la ley islámica, la misma que limita los Derechos Humanos occidentales a los que muchos se aferran aliciescamente, tiene un explícito carácter nacional que acaso precipite su choque con un Daesh para el cual las fronteras son inexistente. En el tiempo que ahora se abre, Afganistán vuelve a situarse en el centro de la pugna entre imperios. Tocados por el gorro que llevaran hasta allí las tropas de Alejandro Magno, blandiendo en sus manos el soviético AK-47, los talibán resultan atractivos para China, que ya ha reconocido contactos con estos, necesitados, por ejemplo, de técnicos que les permitan adquirir las destrezas necesarias para manejar el sofisticado armamento que ha quedado en sus manos.

            Una China nada ingenua, que no tiene el menor interés en implantar el confucionismo o en detenerse a analizar las contradicciones que aloja en su seno, sino en adquirir materias primas y abrir nuevas vías y mercados para su enorme industria, ajena a cuotas contaminantes.


viernes, 17 de diciembre de 2021

Blasinfantilismo

 La Gaceta de la Iberosfera, 13 de agosto de 2021:

https://gaceta.es/opinion/blasinfantilismo-20210813-1023/

Blasinfantilismo

            Como era de prever, Vox no acudió al florilegio que, encabezado por Moreno Bonilla, se tributó a Blas Infante ante su monumento en la antigua carretera de Carmona en Sevilla, con motivo del 85º aniversario de su fusilamiento. Como toda taifa autonómica que se precie, Andalucía escogió hace décadas a su patriótico padre, del mismo modo que hace más de un siglo, Sabino Arana asumió la paternidad de los secesionistas vascos o Rafael de Casanova, una vez mutilado su pregón austracista, lo es de los catalanes que quieren alzarse con la tierra para hurtárnosla al resto de españoles. En el extremo occidental, la Galicia de Feijoo se abraza a Castelao en busca de una referencia paterna.

            Las reacciones ante la ausencia de Vox de estos fastos no se han hecho esperar. Entre ellas ha destacado una tribuna de opinión publicada en el Diario de Sevilla bajo el título «La nueva pataleta de Vox». Su autor, Isidoro Moreno, catedrático emérito de Antropología y miembro de la Fundación Blas Infante, que se encargará de elaborar los contenidos de un programa titulado Andalucía: un pueblo con Historia que verá la luz gracias a un convenio de colaboración entre la susodicha fundación y Canal Sur. En el escrito, don Isidoro, además de exhibir su largo currículum, hace gala de su andalucismo, pero también de su pertenencia al Partido del Trabajo durante el tardofranquismo, paso previo a su paso al «nacionalismo soberanista y solidario blasinfantiano», más atractivo que la ortodoxia marxista que, a su decir, profesaba hasta ese momento. Su desmarque del PSOE, -«Desde el año 82 no he tenido militancia partidista alguna y rehusé incorporarme, como hubiera sido fácil e hicieron muchos, al carro de la supuesta izquierda triunfante: el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra»- del que hace gala en el artículo, fue breve. De hecho, en el muy socialista año de 1986, Moreno, que tiempo atrás había lanzado unas impotentes y gremialistas críticas al libro de Gustavo Bueno, Etnología y Utopía, participó en una reunión celebrada en Madrid, que convocó a diversas organizaciones indígenas americanas, encuentro que auspició la Comisión del V Centenario.

            Más allá de la colaboración con una comisión que ajustó las conmemoraciones de 1992  a los vergonzantes quicios ideológicos dominantes -«encuentro» en lugar de «descubrimiento»- del momento, la mayor aportación de Isidoro Moreno a la Andalucía blasinfantista a la que, desde diferentes posiciones y con diversa intensidad, se ha sumado todo el espectro partitocrático andaluz, tiene que ver con la Semana Santa y con una serie de señas de identidad útiles para sostener la idea de que la andaluza es una «cultura negada, frivolizada o prostituida». Una cultura, en definitiva, propia de «un pueblo dependiente y subalternizado» que, así lo ha sostenido Moreno, «ha sido permanentemente negada, frivolizada o incluso prostituida principalmente desde el poder estatal dominante y desde la intelectualidad al servicio de este. Y también ha sido negada por quienes, instalados en el reduccionismo marxista, confundieron el subdesarrollo económico con la imposibilidad de existencia de cultura específica, negando de hecho a los pueblos y clases populares la facultad de ser creadores de cultura y otorgando, al menos implícitamente, esta capacidad sólo a las burguesías dominantes» («La cultura andaluza en el comienzo del tercer milenio: balance y perspectivas», Revista de Estudios Regionales, 2002). Cautivo del mito de la cultura, Isidoro Moreno ha mantenido con insistencia sus tesis plenamente compatibles con el modelo plurinacional que, amparado por el comodín del federalismo, tratan de implantar en España las facciones políticas, económicas y mediáticas hegemónicas: «Como hemos venido señalando desde hace años (Moreno, 1981, 1985, 1986a, 1986b, 1993, 2001b) la mayor dificultad para la consolidación de la conciencia cultural andaluza ha sido, y en gran parte continúa siendo, la apropiación de lo específicamente andaluz por parte de los poderes estatales para tratar de construir, con base en algunas de las expresiones formales de la cultura andaluza, desfuncionalizadas y vaciadas de sus más importantes significaciones y potencialidades, una “cultura española” genérica, negadora del carácter pluricultural».

            Defensor de las esencias culturales andaluzas, blasinfantista confeso, Isidoro Moreno, incorporado a las estructuras que han cristalizado al calor del autonomismo socialista, ha pasado de asumir el lema «pan, trabajo, tierra y libertad», puesto en circulación por el sacerdote Diamantino García Acosta y empleado por postconciliar Partido del Trabajo, a sumarse a la demonización de Vox operada, en su caso, en el de un defensor de la Semana Santa, bajo el patronazgo de un muladí.

Wikiconexiones

 La Gaceta de la Iberosfera, 8 de agosto de 2021:

https://gaceta.es/opinion/wikiconexiones-20210808-1104/

Wikiconexiones

            Firmado por Carlos Enrique Bayo, el pasado 6 de agosto, el diario Público ofreció a sus lectores un artículo titulado «Grandes fortunas y altos ejecutivos españoles financiaron el nacimiento de Vox a partir del grupo ultracatólico Hazte Oír». En el texto se incorporaba una tabla en la que se desvelaban los dineros dados por tan acaudalados personajes al partido de Abascal. La suma de las aportaciones ascendía, sin embargo, a la magra cantidad de 48.000 euros, corta cifra para tratarse de «grandes fortunas y altos ejecutivos».

            El artículo de Bayo se apoyaba en las filtraciones realizadas por la plataforma de alertadores de Wikileaks. Un total de17.000 documentos fechados entre 2001, año en que Ignacio Arsuaga fundó Hazte Oír, antes de poner en marcha CitizenGo en 2013, y 2017, fecha en la que se celebró el Word Family Congress (WFC) en Budapest, en la que intervino Orban, a quien siguió Salvini en la edición de 2019. Por en medio, en 2012, el WTC se organizó en España, momento en el cual se produjeron las aludidas donaciones, entre las que destacan las de los llamados «grandes donantes», que aportaron la siguiente calderilla: Esther Koplowitz (10.000 euros), Isidoro Álvarez (10.000 euros) o Juan Miguel Villar-Mir (5.000 euros). El artículo tantea la conexión rusa de Hazte Oír y, por supuesto, la de Abascal con la llamada extrema derecha europea, antes de desgranar el desencuentro entre el de Amurrio y Arsuaga, cuyos vínculos con El Yunque se anuncian para la siguiente entrega.

            Como es lógico, Virginia P. Alonso, directora de Público, presidente de la Plataforma en Defensa de Libertad de Información (PDLI) y miembro de la junta ejecutiva del International Press Institute (IPI), instituciones que, tal y como demostró Andréi Kononov, están financiadas por George Soros, se hizo eco de la exclusiva de Bayo, facilitada por la macrofiltración de Wikileaks, plataforma conectada con el mundo lazi a través de Julian Assange, fundador tanto del portal de filtraciones como del partido paneuropeísta DiEM 25, que propugna una Unión Europea convertida en una sola jurisdicción en la cual el mantenimiento de Cataluña como parte de España sería irrelevante. Durante los golpistas días de 2017, Assange llegó a publicar un tuit cada trece minutos a favor de los facciosos, que hallaron tal atractivo en el australiano, que Oriol Soler, hombre de Puigdemont, se reunió con él en la embajada de Ecuador en Londres.

            Si de oscuras conexiones se trata, las de Wikileaks con Soros también existen. De nuevo es Kononov quien nos las ofrece. La plataforma y su fundador deben su existencia al Centre of Investigative Journalism (CIJ), dirigido por Gavin MacFayden, que contó con la financiación, entre otros, del Open Society Institute, pero también de la Fundación Ford, añeja tapadera de la Central de Inteligencia Americana. Al entorno sorosiano pertenecen también muchos de los letrados que han defendido a Assange, incluido el británico Ben Emmerson, abogado del miembro de Al-Qaeda, Abu Qatada, pero también del fugado Puigdemont ante Naciones Unidas. Para cerrar la lista de togados que orbitan sobre este complejo entramado, hemos de mencionar a Baltasar Garzón, defensor de Assange, cuya fundación -Fundación Internacional Baltasar Garzón (FIBGAR)-, según se puede comprobar en la página de Open Society, recibió 25.000 dólares en 2018.

            Tan sólo ingenuos y sobornados pueden permanecer al margen de la evidencia de poderosas ingerencias externas en la política española. De hecho, la existencia de una sociedad política completamente blindada ante las estrategias de sus enemigos es una quimera. En paralelo a los intereses estatales, existen nexos ideológicos que ligan a grupos de diferentes naciones. Tarea del investigador es tratar de esclarecer la naturaleza y operatividad de las diferentes trabazones. Por lo que respecta a Vox, su ascenso a partir de 2017 no se debe a extrañas alianzas con grupos ultras, sino al hecho de haberse convertido en la única fuerza política que se opone sin complejos al ataque a la soberanía nacional operado en Cataluña, factor este, imperceptible para un medio como Público.

Castillo Terrones: entre Túpac Amaru y la Agenda 2030

 La Gaceta de la Iberosfera, 31 de julio de 2021:

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Castillo Terrón: entre Túpac Amaru y la Agenda 2030

La subida del impuesto alcabalero que gravaba la industria de los arrieros dio lugar a la revuelta encabezada por el peruano José Gabriel Condorcanqui en 1780. Alzado contra la autoridad virreinal, don José Gabriel, que había recibido una esmerada y trilingüe -quechua, español y latín- educación en el Colegio San Francisco de Borja o Colegio de Caciques del Cuzco, trocó su nombre por el de Túpac Amaru II y sustituyó sus vestimentas hispanas por las de incaica usanza, las empleadas por sus ennoblecidos antepasados. Casado con la mestiza zamba Micaela Bastidas, Condorcanqui Noguera había sido nombrado cacique de los territorios que le correspondían por herencia, fijando en Cuzco su residencia, ciudad desde donde viajaba para controlar sus negocios.

La mecha de la rebelión, que se cobró la vida del corregidor Antonio de Arriaga, la prendió el motín de Arequipa, al que siguió el de Socorro. El lema coreado por las altas esferas criollas, las directamente perjudicadas por el alza impositiva, se escuchó décadas después, con escasas modificaciones, en otros núcleos urbanos del Imperio español: «¡Viva el rey, muera el mal gobierno!». Pronto, la revuelta criolla amplió sus dimensiones inciales, al sumarse los indios, que desplegaron una inusitada e indiscriminada violencia de la que fueron víctimas tanto criollos como españoles peninsulares. Así, el móvil y origen del conflicto se distorsionó por completo, hasta el punto obligar a las fuerzas criollas a sofocarlo. Hoy mitificado, muchos de quieren profesan admiración por Túpac Amaru II ignoran que, aunque su propósito fue expulsar de Perú a los españoles peninsulares, principales competidores de los criollos, el niño acuñado bajo la impronta jesuítica nunca cuestionó la autoridad de la Iglesia ni la de la Corona. De hecho, su mayor aspiración fue hacer valer su elevada ascendencia inca para reclamar el título de «Don José primero por la gracia de Dios, Inca Rey de Perú», aspiración que no alcanzó, pues el sedicente rey inca fue ajusticiado junto a su familia en la plaza de Cuzco, con extrema y ejemplarizante crueldad, el 18 de mayo de 1781.

Doscientos cuarenta años después del desmembramiento de Túpac Amaru, su nombre volvió a aparecer en el discurso de toma de posesión del nuevo presidente peruano, don Pedro Castillo Terrón, que lamentó que el abrupto final de la revuelta acabara con las élites andinas y subordinara aún más a la mayoría de los habitantes indígenas de su rico país. Los culpables de todo aquello fueron, así aseveró el presidente, «los hombres de Castilla», que contaron con el auxilio de un multitud de felipillos, esto es, de intérpretes que facilitaron el éxito de los codiciosos españoles dentro de la convulsa realidad que hallaron en el edénico y ecológicamente sostenible Tawantinsuyo.

El discurso del nuevo presidente peruano, trufado de tópicos negrolegendarios y evocaciones de un infantil espiritualismo, fue presenciado, ayudado por altas dosis de estoicismo, por el rey Felipe VI, heredero de aquel Carlos IV al que el artificiosamente indigenizado Túpac Amaru, cuyo nombre fue empleado a finales del siglo XX por un movimiento revolucionario, expresó su inquebrantable lealtad. Inasequible a la contradicción de reivindicar a un representante tan genuino del antiguo régimen, el virreinal, al que culpa de todos los males peruanos, Castillo, fiel observante del credo ambientalista, aunque opuesto al aborto y al matrimonio homosexual, lanzó al aire oficialista una última bermejía: no ocupará la Casa de Pizarro, vencedor en la Cajamarca en la que vio sus primeras luces quien ha accedido al poder de la nación que surgió de la transformación del Virreinato del Perú, tocado por un blanco chapeo y montado a lomos de un caballo. 

Buscando a Bronston

 La Gaceta de la Iberosfera, 25 de julio de 2021:

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Buscando a Bronston

            «Una lengua de progreso y emprendimiento», en referencia al idioma español, y el deseo de convertir a «España en el Hollywood de Europa», son los titulares más sonoros que Pedro Sánchez ha dejado, junto a las críticas a oceánica distancia a la oposición, en el curso de su gira comercial por los Estados Unidos. Consciente de que en el país de las barras y las estrellas hay más de 44 millones de hispanohablantes, número que, previsiblemente, crecerá en los próximos años, el antiguo alumno del Ramiro de Maeztu no pudo menos que escenificar una  particular defensa de la hispanidad, encareciendo las potencialidades de la lengua española que mantiene su impronta en la toponimia -Los Ángeles- sobre la que se ha movido un Sánchez que, lógicamente, ha ocultado la realidad de que en la nación que gobierna, su partido es cómplice, cuando no impulsor, de la erradicación de la lengua de Cervantes de la vida oficial.

            A pesar de la usofobia que exhiben algunos de sus principales socios, Sánchez sigue buscando con denuedo -recordemos aquel fugaz paseíllo- una imagen junto al emperador Biden, contrafigura de un Trump convertido en símbolo de la derecha airada y extrema. Parafraseando a Machado -Antonio, no Manuel-, parece inevitable que uno de los dos presidentes hiele el partitocrático corazón español. Más allá de tan publicitarias identificaciones, pues el imperio norteamericano no puede escorar bruscamente su estrategia dependiendo de quién ocupe la Casa Blanca, llama poderosamente la atención un anhelo, el cinematográfico de Sánchez, que hace inevitable su conexión con el tiempo que sirve de obsesiva referencia para gran parte del espectro político y sociológico español: el franquismo.

            Según se desprende de sus declaraciones, Pedro Sánchez parece reclamar la llegada de un nuevo Samuel Bronston capaz de revitalizar una de las industrias que más ha apoyado la causa izquierdista durante las últimas décadas. Al cabo, a nadie le es ajeno el hecho de que los despectivamente llamados «titiriteros» han contribuido decisivamente tanto a establecer una particular visión sobre el pasado, coincidente con la recogida en la recientemente aprobada Ley de Memoria Democrática, como a imponer una serie de cánones de lo política, sexual y ambientalmente correcto tan rigurosos, que aquel que se aparte de ellos es expelido de una industria que goza de jugosas subvenciones. Hasta tal punto alcanza el sectarismo de este sector, que produce efectos tan disparatados como las manifestaciones de Alba Flores en las que afirmaba que su abuela, «de haber tenido conciencia política habría tenido que exiliarse», palabras que precedieron a una suerte de disculpa por las habituales actuaciones de La Faraona ante el general gallego contra el que combaten ardorosamente, casi medio siglo después de su muerte, muchas de las gentes del celuloide.

            Los guiños de Sánchez a la industria audiovisual norteamericana llegan sesenta años después de que en España se estrenara El Cid, película producida por Samuel Bronston, dirigida por Anthony Mann y asesorada históricamente por don Ramón Menéndez Pidal, con Charlton Heston y Sofía Loren como protagonistas. El filme llegó a las pantallas después del apoyo dado por los Estados Unidos para la entrada de España en la ONU y de la visita que el 21 de diciembre de 1959 realizó Eisenhower a la base de Torrejón de Ardoz, en la cual dio un abrazo a Franco que para sí querría el actual presidente español, trocando al general presidente norteamericano por el demócrata Biden.

            Como toda producción de índole histórica, El Cid de principios de los 60 no se limitó a reconstruir ingenuamente las hazañas del protagonista de uno de los cantares más célebres del medievo. El cantar, que ya distorsionó al Cid histórico, dio cuerpo a una película de enorme carga alegórica, que sirvió tanto a los intereses norteamericanos como a los españoles de aquel tiempo. Los sarracenos, amenaza de la civilización occidental en su momento, podían ser interpretados a mediados del siglo XX como una suerte de precedente bárbaro de los soviéticos, visión compatible con la que el Caudillo  incluyó en su discurso pronunciado el 24 de julio de 1955, durante la inauguración del Monumento al Cid Campeador erigido en Burgos. De algún modo, Franco se identificaba con el guerrero de Vivar, tal y como se desprende de sus palabras: 

«El Cid es el espíritu de España. Suele ser en la estrechez y no en la opulencia cuando surgen estas grandes figuras. Las riquezas envilecen y desnaturalizan, lo mismo a los hombres que a los pueblos. Ya lo vislumbraba nuestro genial escritor y glorioso manco en su historia inmortal, en la pugna ideológica del Caballero Andante y del escudero Sancho. Lanzada una nación por la pendiente del egoísmo y la comodidad, forzosamente tenía que caer en el envilecimiento. Así pudo llegarse a esa monstruosidad que hace unos momentos se evocaba de alardear de cerrar con siete llaves el sepulcro del Cid. ¡El gran miedo a que el Cid saliera de su tumba y encarnase en las nuevas generaciones! ¡Que surgiera de nuevo el pueblo recio y viril de Santa Gadea y no el dócil de los trepadores cortesanos y negociantes! Este ha sido el gran servicio de nuestra Cruzada, la virtud de nuestro Movimiento: el haber despertado en las nuevas generaciones la conciencia de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que podemos ser.»

En un contexto diferente a comentado, de salir adelante la conversión de «España en el Hollywood de Europa», cabe preguntarse acerca de qué materiales históricos pueden ser útiles a las actuales estrategias del imperio del dólar y qué papel podría jugar en ellas un Sánchez comparado en los Estados Unidos con Supermán.